jueves, 25 de febrero de 2010

la melena de Dios

Para nosotros, los que escribimos, no es suficiente con asomarse al abismo. Muchos lo han hecho. Es necesario bajar y bajar y ser capaces de reírnos cuando toquemos fondo. Y que esa sea una risa que nos confirme que no había nada, o, por el contrario, que estaba todo y que ese todo era merecedor de nuestra risa.
Esta es una manera de decir que nosotros, los que escribimos, debemos abandonar los territorios ya explorados de lo obvio y cavar y cavar, como zahorís, a ver si nos topamos con nuevos manantiales que aporten algún pelo del misterio. Incluso si sabemos, o sobretodo si sabemos que el misterio es la gran mascarada con la que nos otorgamos una tarea para ponernos en movimiento.