lunes, 26 de julio de 2010

elogio de la literatura sin rostro

Pensar o imaginar y, después, escribir. Esa parece ser la secuencia correcta, al menos la secuencia normal, según dicen los que viven de esto. Acostumbran a hacerlo con caras majestuosas, preocupados por ofrecer su mejor perfil, porque también, parece ser, si no sales bien en las fotos o si, directamente, no sales, estás muerto en este negocio.
Yo -no sé hacerlo de otra manera- escribo y porque escribo puedo pensar e imaginar, al menos más allá de la supercie de las cosas. Y como priorizo el escribir, y como nací muerto para convertir en negocio lo que escribo, no me veo obligado a mostrar una majestuosidad, de la que carezco, en mi cara, ni me preocupa cuál de mis perfiles muestra menos miseria.
Lo acepto, estoy muerto para dedicarme a esto, pero me dedico, con pasión y sin necesidad de mendigar, yo, que era un mendicante.

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