domingo, 8 de mayo de 2011

el hambre en los confines del arte

Sellé hace años un pacto conmigo mismo para enterrar cualquier muestra de indulgencia. Eliminé todos aquellos lastres que me habían servido para perdonarme. Abrí los ojos -o puede que entonces fuera cuando los cerrara- y ya no quise poner un algo responsable de mis fracasos ni de mis éxitos. ¿Éxitos? ¿Fracasos? El éxito y el fracaso están reservados para los que no se cobijan, como yo, bajo el amparo de la seguridad social. Ciorán llegó a Francia y se puso a recorrerla en bicicleta: yo hubiera guardado turno en la cola de los que luchan por su jubilación. ¿Luchan?  Lucha quien pone en juego su vida, o más aún, su honor. Mi honor se mide con los recibos que alcanzo a pagar gracias a mi nómina asegurada.
Pero, ¿cómo llegué hasta aquí, quién fue el responsable?  Yo, el mediocre, todo el mérito es mío.
¡Aleluya!

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