domingo, 13 de noviembre de 2011

Zaratustra en calzoncillos (y mudo)

A menudo me descubro colocando argumentos que desgranan una verdad. Y debatiendo con otros que también argumentan y defienden sus propios verdades. Y nos creemos filósofos ahondando y desbrozando las almas humanas, los vacíos. Y no tenemos a nadie que nos diga que el rey está desnudo, o que la cera es sólo la que arde, o que haríamos bien en no jugar a profundos siendo unos capullos. Alguien que nos diga que la verdad con la que se inicia un discurso es siempre mentira, o simplemente, por tautológica, no es verdad.
Pero, aún sabiendo esto, volveré a descubrirme monologando junto a monólogos afines en la simulación del gran diálogo, y nadie nos dirá: "¡Callad!", y luego: "¡Silencio!", y, después, finalmente, "¡Buscad, si queréis, pero no ceséis de buscar nunca, porque nunca encontraréis!". 

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