viernes, 23 de diciembre de 2011

asalto extenso e infructuoso a las carencias cotidianas

Quizás la ironía sea capaz de tamizar el acontecer que se nos viene fiero como chuzos de punta, incluso puede que tenga el poder de provocarnos la risa cuando todo anuncia drama, pero dudo que su potencia ridiculizadora sirva en el lugar sagrado donde uno se encuentra personalmente con la mezquindad y la estulticia, con la miseria cotidiana adosada a eso que eres tú.
No llegas ahí más que trascendiendo la última máscara, la que todavía llevas cuando has retirado todas las otras.
¿Cómo? Siempre hay una última máscara que no podrás sacar, porque en caso contrario estarías en el desierto o en la cima de una montaña, y estás aquí -y no quieres estar en ningún otro sitio- en Barcelona, en el cuarto de los libros, rodeado de una placentera algarabía que a veces amas y a veces amas menos.
Entonces... por eso ponía un "dudo que" en la capacidad de la ironía para sonreírle, descaradamente, a mis miserias, porque lo que veo, en realidad, no son mis miserias, sino, puede, eco de otras que gritan más al fondo y que siempre permanecerán ocultas, enmascaradas.

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