viernes, 23 de marzo de 2012

las fidelidades de unas pieles sin rostro

Abundan los novelistas que se ponen en la piel del lector cuando escriben, que narran sus historias como si se las estuvieran narrando, y hay otros -es mi caso- que bastante tenemos con ponernos pieles de escritor cuando escribimos, que construimos nuestra voz con suma dificultad y que ese esfuerzo nos imposibilita pensar en el lector al mismo tiempo. Además de esta imposibilidad, también hay algo de principio de escritor: escribo como puedo lo que me gusta y como me gusta, no lo que pueda gustarte a ti, porque es la única manera que se me ocurre de serle fiel a la novela y, por supuesto, de serme fiel a mí.

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