lunes, 10 de febrero de 2014

el jardín de las delicias con fondo rojo

Yo no sé si es la economía, estúpido, o la política. Quizá la cultura, o la ciencia, puede que el arte. Quizá llevamos mal el paso de las generaciones y cada tanto hay que mandarlo todo a tomar por culo y comenzar de nuevo. Yo no sé si somos nosotros o si son ellos, o si todos a la vez o si, en realidad, no es nadie.
Si alguno de los Dioses que todavía mantienen su culto existiera, o si viéramos unas enormes cadenas ligándonos al fluir de los aconteceres, bueno, seríamos inocentes. (Eso no significa que ahora seamos culpables -si la libertad es lo que es, ¿quién puede ser, realmente, culpable?-, pero no somos inocentes).
La cosa es que toda la rabia y la violencia y los miedos y los gritos y la envidia y las mentiras continuadas y a todas horas y las verdades que no nos gustan están en algún sitio, acumulándose, poco a poco, hasta que, de golpe y sin saber cómo ni porqué, se liberen, y ya sabemos cómo comienzan y también cómo acaban esos ímpetus liberadores.

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