viernes, 31 de marzo de 2017

gritos en la senda que no existe, como razón de ser

La novela como pregunta y no como respuesta, algo así como un baile azaroso bajo la luz que desprende un gran signo de interrogación, como apertura de un sendero inexistente que genera miles de voces que gritan cuán innecesario e infructuoso es tu trabajo, que abandones, que es inútil, que ya es suficiente, que para qué, que lo pienses, que te pares y lo pienses, seriamente. Y lo haces, claro que sí, porque siempre hay que escuchar lo que gritan las voces, y lo piensas y, efectivamente, dudas. Y entonces sigues abriendo sendero y, de pronto, lo ves: la novela son esas dudas que surgen cuando escribes; en cierta manera, la novela es su escritor. Otra cosa es cuánto se parece este a la persona que la escribe.

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