Si alguna vez existió una frontera entre la verdad y la mentira, ahora parece evidente que ha desaparecido. Todo se conjura para engañarnos, pero seamos honestos, somos una especie a la que le gusta dejarse engañar. Como se han multiplicado los canales, es fácil dar con alguno que nos diga lo que queremos oír, que reafirme esas mismas verdades que, siendo mentira, los rencores, las ansias y los odios cotidianos han ido acumulando y que ahí están, prestas a ser regadas con ceremonias de confirmación. Así que sí, son tiempos confusos, y lo más sensato es poner entre paréntesis eso que creemos que es verdad, porque seguramente sea mentira.
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