lunes, 24 de agosto de 2009

el púlpito

Las palabras, esas golfas vestidas de inocencia que esconden siempre un fusil, aguardan sumergidas en el ruido de los tiempos, preservando su levedad. Sólo los que escribimos nos adentramos en sus habitaciones a vérnoslas con la jauría, y cerramos los ojos y cogemos lo que podemos, y volvemos a revelar lo que allí encontramos.
Escribir cosas como estas es lo que me hace pensar que, en el fondo, soy un negador de la vanidad que no puede dejar de alimentarla, vorazmente. "¿Volvemos a revelar lo que allí encontramos?" Eso he escrito, como si fuera un adolescente de cortejo. Como si escribir fuera evangelizar.
Recuerda, escritor: escribir es escribirse, y después leerte, si llegas a viejo.
Recuerda, escritor: eso basta.

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