martes, 4 de agosto de 2009

el jardín

Ya no se trabaja para silenciar a los que disienten; ya no hace falta. La sombra de la mazmorra basta: la oscuridad, el silencio. Nos han encorsetado con tantas amenazas creadas a los antojos divinos que trocamos libertad por seguridad, el nuevo vocablo, el nuevo anhelo. Y ahí, mágicamente, aparece el ángel guardián del Estado para proporcionárnosla, a destajo.
Pero uno, una vez catada la potencia creativa de la incertidumbre, no quiere ya un ángel guardián tan excelso. Y es bien sabido que esa potencia se maximiza junto a la oscuridad, junto al silencio, y que la mazmorra se trueca en jardín, si se consigue salir de la reverencia.

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