miércoles, 21 de marzo de 2007

a seis mil pies

Entender que la convicción arruina la fortaleza del argumento es un buen primer paso. Saber que llegar a ella sólo muestra una falsa llegada, condenados como estamos a fluir junto a la fluidez de nuestro pensamiento, es una buena manera de seguir. Por eso escribo, no porque tenga algo que decir, sino porque la efimeridad que me define se hizo con la verdad hace tiempo -sí, yo era un convencido-, y sólo el pasar de los años me libró de ella. Entonces comencé a escribir, más allá del bien y del mal, y sí, como Niestszche, cuando escribo me siento a "seis mil pies de los hombres y del tiempo".

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