domingo, 1 de abril de 2007

trascendenciocidio

Eso que nos acerca a las letras y eso que nos aleja de ellas quizá sea lo mismo. Quizá nada tenga que ver la voluntad en todo ello y sea verdad que las instancias superiores nos esclavizan a un destino que no elegimos. Y, sin embargo, uno no puede entregar el valor de su elección al primer dios que aparece al hilo de la reflexión.
Los que se enfrentan a la nada merecen que nadie les usurpe el valor de su acto. Por eso, el escritor cierra los ojos y niega que exista algo que lo trascienda y que lo vocacione. O puede mantenerlos abiertos, sí, quizá mejor abiertos, para ver como se aleja eso que vino con ansias de trascendernos, a nosotros, humildes gozadores de la efimeridad.

1 comentario:

drfloyd dijo...

por ahi lei a un poeta que hablaba de la experiencia de escribir con los ojos entreabiertos. Yo lo experimenté y sorprende la nitidez con que el abanico de colores y de cosas borrosas se hace tan limpidamente de nuestro interior.