Sin moral de suburbio, así ando últimamente -sin momentos en los que beber las copas de un trago.
Anoche, por ejemplo. Anoche conocí a un tipo que juró haber cenado con Tom Waits. Me dijo que, en realidad, Tom era mudo, y que esa voz con la que recitaba, falsa: un pequeño motorcillo incrustado hábilmente en su esófago por un cirujano conocido.
Para romperle la boca. No por Tom Waits -allá él si cena con gente indiscreta- sino por esa asquerosa moral de misionero que se toma el derecho de incordiar tu soledad.
miércoles, 14 de octubre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
en todo caso, el médico podria habrir su propio sello de poesia. O podria inventar otro aparato para disminuir la bulla de otros (estilo acallar a Isabel Allende)
Publicar un comentario