lunes, 9 de abril de 2012

hijo primogénito y bastardo de Prometeo

Sueño con gozar cada día uno de esos instantes de lucidez que a veces, no muchas, a uno le asaltan; entonces  la nube que hay entre aquí adentro y ahí afuera, entre el yo y lo real, se abre, abriendo lo observado a su secreto más íntimo. Es como si la lucidez abriera una puerta infranqueable en nuestro cerebro, puerta que se cierra cuando desaparece; entonces esa verdad a la que has accedido vuelve a ocultarse y el recuerdo de lo visto no es suficiente para seguir viendo clara e indistintamente.
Quizás sólo la familia de los dioses soporta una absoluta lucidez, quizás la incomunicabilidad de la experiencia al que no lo probó y la necesidad de compartirla hagan que la permanencia en la lucidez te lleve al desierto o a la montaña, pero lejos, muy lejos de los hombres.
Por eso mi sueño a gozar cada día uno de esos instantes y no a romper definitivamente la puerta, porque este es un mundo que nos regaló Prometeo contrariando a los dioses y yo bebo -quiero beber- de esa rebeldía.

1 comentario:

José L. Solé dijo...

Como un rayo de sol que se escapa de su cárcel de inexpugnables barrotes grises en cualquiera de los días negros que conforman una existencia. Así imagino yo esa lucidez de la que hablas, es cuestión de estar atento para poder atrapar el instante cuando sucede.
Y darle Libertad en la prisión de tu mente. Hasta que se escape por sí solo. Mirar hacia otro lado, en busca del próximo instante, y dejarlo volar...