martes, 8 de diciembre de 2009

el dulce muro de algodón

La historia que narro se (me) fue. Los personajes se niegan a seguir caminando y contra eso nada sé hacer. Es como si temieran llegar al destino que sus acciones ha ido trazando. Si fuera uno de esos mediums que narran al dictado de una necesidad misteriosa, ya tendría un punto final. Pero yo escribo porque quiero y no al dictado de dioses ni para emitir buenanuevas; nada, que no sea mi propia querencia, me empuja a la página que está por escribirse, y nada, que no sean los personajes, me indican por dónde ir tirando. Y ahora estos han desatendido su futuro y aunque quiera y quiera no soy capaz de moverlos.
Ya estuve así en otras ocasiones, pero la experiencia de la desesperación pasada (desesperación, es cierto, acaramelada) no evita la presente. Eso sí, otorga el consuelo de saber que, tarde o temprano, podré seguir, siempre que mi querencia siga intacta. Pero, ¿cuánto podré seguir en la querencia si la ausencia se perpetúa?

1 comentario:

Ana Julia dijo...

He descubierto recientemente tu blog y me ha parecido de gran interés.
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