Hacía tiempo que no se oía una estupidez semejante, y la dijo un líder de unas masas despegadas con motivo de la efémeride de Haymarket. "La vida está para disfrutar, no para trabajar". Es una memez filosófica, pero también histórica y antropológica y sociológica y biológica y, sobretodo, es una memez vital, evidente para todo hijo de vecino con un dedo de frente. Para nuestros ancestros, allá en sus cuevas, afirmar eso hubiera supuesto la censura de todo el clan, sin excepción. Aquí se le aplaude, porque lucha por todos nosotros, hijos de la superficie y el sopor, del paripé y la fanfarria.
domingo, 25 de mayo de 2025
lunes, 28 de abril de 2025
una lamentocracia para ahuyentar el aburrimiento
Los tiempos, como nunca, invitan a llorar, porque, como siempre, grandes son los oídos llamados al lamento y astutos y numerosos los convocantes. Y nos ponemos a llorar, todos juntos, alardeando de esa incontinencia emocional que se receta para estar en consonancia con los tiempos, pero ¿qué quieren que les diga?, a este llorón que escribe porque quiere no le verán nunca caérsele una lágrima ni un lamento, o ese es mi deseo. Se me caen, por supuesto, pero donde deben hacerlo.
miércoles, 12 de marzo de 2025
fidelidad al acontecimiento, aunque acontezca bien poco
Seguir, sin más. Aunque solo sea por mantenerse fiel a lo que una vez elegiste sin que arma alguna apuntara a tu pecho. Seguir, sí, por fidelidad. No se me ocurre otra manera de responder a todos esos porqués que se superponen, como si todo tuviera que tener una razón, como si todo tuviera que responder a un objetivo. No, hay cosas, puede que las más importantes, que no lo tienen. Es cuestión de seguir porque sí, porque quieres, aunque a veces no quieras.
sábado, 4 de enero de 2025
Sócrates antes de Sócrates
No se explica, pero los que entienden del vuelo de las aves dicen que se comportaron de ordinario cuando Fenáreta lo parió. Es decir, los dioses no vieron nada extraordinario en el nacimiento de aquel niño, lo que implica que Sócrates era como usted o como yo cuando nació. Uno más. Del montón. Y esa es la grandeza de Sócrates, que llegó a ser Sócrates sin haber nacido Sócrates. Obvio que su tiempo no es el nuestro, pero mi daimon me dice que en aquella legendaria Atenas, si yo hubiera nacido de Fenáreta y de Sofronisco, Sócrates no se hubiera convertido en Sócrates. O sea, hay algo más que el azar, pero no sé qué y, más relevante todavía, tampoco me importa.